Hace una semana se hizo pública la Sentecia de la Sala Constitucional del TSJ que, a solicitud de la Defensoría del Pueblo, prohíbe "temporalmente" el ingreso de menores de edad a espectáculos taurinos en el Municipio Libertador del Estado Mérida.
Pocas han sido las voces que públicamente se han alzado, en su mayoría por medios similares a éste. Algunos solo se han limitado a manifestar inconformidad a traves de las redes sociales Twitter y Facebook. Otros simplemente han volteado la mirada hacia el percance de Jiménez Fortes o hacia la prohibición en Coahuila, México, como si lo que está pasando con la Fiesta Brava en Venezuela fuese menos importante.
Sin embargo al parecer, como taurinos y como ciudadanos venezolanos tenemos los argumentos incluso jurídicos para defendernos de esta acción la cual todos estamos de acuerdo en que es un atropello, pero falta ese empuje, esa chispa, ese impulso que nos permita emprender acciones reales de defensa.
Unos porque probablemente no tengamos ese poder de convocatoria, otros porque seguramente ya estarán cansados de intentarlo y nadie les sigue y otros cuantos que quizás el toro les haya dado tanto, que ya no les les haga falta.
Los que aún sienten deseo de dar la pelea no cuentan con los recursos monetarios y/o logísticos para hacerlo y los que sí cuentan con dichos recursos, pues al parecer no les interesa.
Lo cierto es que cada día nos acorralan más y solo esperamos el golpe de puntilla que acabe con la fiesta de una vez.
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