lunes, 24 de agosto de 2015

"50 razones para defender las corridas de toros", por Francis Wolff (5/6)




     Estimados lectores, aquí les traemos las siguientes 10 razones de las 50 descritas por el filósofo francés Francis Wolff... disfruten:


"[31] La fiesta de los toros transmite valores universales, no los de la España negra
Para algunos espíritus más cultivados que los anteriores, la fiesta de los toros no está asociada al franquismo sino, más generalmente, a la "leyenda negra de España", en la que se encuentra – totum revolutum — la expulsión de los judíos, la Inquisición, la exterminación de los indios americanos, el oscurantismo, etc. Algunos hispanistas han mostrado cómo esa leyenda, montada pieza a pieza, ha podido contribuir a una cierta "culpabilización" de las élites españolas. Ésta es una de las fuentes del sentimiento antitaurino de algunos intelectuales contemporáneos, que asocian las corridas de toros con la representación que tienen de la imagen que los extranjeros se hacen de su país y de su cultura. Por eso quieren romper con esa representación que estiman trasnochada, folclórica y sobre todo nefasta.

De otro lado, la fiesta de los toros no puede ser separada de su marco histórico y geográfico. Marco que es al mismo tiempo más estrecho (ya hemos escrito que está ligada a la modernidad, argumento [29]) y más ancho que la supuesta "España negra". Su raíz es fundamentalmente la de las culturas mediterráneas.

Entre los orígenes lejanos de la tauromaquia moderna, se citan los grandes mitos de la antigüedad (la leyenda de Hércules o el mítico triunfo de Teseo) y la religión romana del dios taurino Mitra. Como todas las grandes creaciones culturales donde se mezclan elementos populares y cultos, el arte taurino está al mismo tiempo ligado a una civilización particular y expresa valores universales: la fiesta, el juego, el valor, el sacrificio, la belleza, la grandeza...

De esta manera la tragedia griega depende de su lugar de nacimiento, la Atenas clásica, y al mismo tiempo vehicula emociones y pensamientos en los que todos los seres humanos pueden reconocerse, independientemente de la época: la fatalidad, la pasión que corroe, las coincidencias funestas, los conflictos del deseo y de la sociedad... Sería tan absurdo reducir la fiesta de los toros a la "España (llamada) negra" como reducir la tragedia griega al antiguo esclavismo. La moderna corrida de toros ha conquistado el mundo a pesar de haber nacido en algunas regiones de España (Andalucía, Castilla o Navarra). Y todas las poblaciones que adoptaron este ritual y sus valores los integraron en sus culturas y sus tradiciones particulares porque reconocieron en ellos una parte de su propia humanidad. Así ha pasado con el pueblo vasco, catalán, valenciano, extremeño, gallego, portugués, y con los de la Provence, del Languedoc, de la Aquitaine, y por supuesto las poblaciones mexicanas, colombianas, ecuatorianas, venezolanas, peruanas, que mantienen viva la fiesta, incluso cuando algunos quieran renegar de esta parte de ellos mismos."


"[32] La tradición ha forjado una cultura taurina
Algunos defensores de las corridas lo hacen arguyendo que debe su legitimidad a la tradición. Y ante eso los antitaurinos lo tienen fácil para responder que la tradición no es un argumento y que la mayor parte de los grandes progresos de la civilización se han hecho contra costumbres bien arraigadas, y por tanto supuestamente legitimadas por la tradición. Enumeran con razón la esclavitud, la sumisión de las mujeres, la pena de muerte, etc. No es menos cierto que hoy continúan existiendo tradiciones absolutamente detestables como el suicidio de las viudas en India o la ablación de niñas y jóvenes de acuerdo con determinados ritos religiosos.

Sin embargo, en Francia una prudente ley (la del 24 de abril de 1951, transcrita también como uno de los supuestos del artículo 521.1 del Código Penal) declara las corridas de toros lícitas "cuando existe una tradición local ininterrumpida". ¿Quiere esto decir que la tradición es el motivo de la licitud? De ninguna manera. Lo único que hace la ley es definir su extensión. El matiz es importante. Las corridas de toros son autorizadas no porque hay tradición, sino allí donde hay. La tradición tiene como efecto forjar una cultura local y una determinada sensibilidad. Es justamente esto lo que confirma una sentencia de la Cour d'Appel d'Agen del 10 de enero de 1996: "la tradición local es una tradición que existe en un entorno demográfico determinado, por una cultura común, las mismas costumbres, las mismas aspiraciones y afinidades... una misma manera de sentir las cosas y entusiasmarse por ellas, el mismo sistema de representaciones colectivas, las mismas mentalidades".

Éstos son los frutos de la cultura taurina, allí donde existe tradición. Coexistir con discursos taurinos, vivir próximo a los toros, relacionarse desde niño con este magnífico y fiero animal, y tener admiración hacia el toro y su bravura, son elementos que han forjado la sensibilidad necesaria para la percepción de este singular espectáculo. De esta forma, lo que sería visto como un acto de crueldad en Londres, Boston, Estocolmo o Estrasburgo se comprende, se vive y se entiende en Dax, Béziers, Bilbao, Barcelona, Málaga o Madrid como un acto de respeto inseparable de una identidad.

[33] Fiesta de los toros y defensa de la diversidad cultural
La fiesta de los toros es efectivamente inseparable de las identidades que ha forjado y éstas recíprocamente se han construido gracias a ella. No es posible imaginar las ferias de Nîmes o de Vic-Fezensac, de Pamplona o de Valencia, de Jerez en Andalucía o de Céret en Catalunya francesa, sin el toro en la plaza, ni en las calles, ni en los carteles, ni en las exposiciones, ni en las librerías, ni en toda la fiesta, etc. En una época en la que se defiende la diversidad cultural, en la que se pretende resistir a la mundialización de la cultura, en la que se lucha contra la uniformización de los valores y de las costumbres, en la que se denuncia la omnipotencia de la dominante y avasalladora civilización anglosajona... ¿no hay que defender las identidades culturales locales, regionales, minoritarias? ¿No hay que defender, ahora más que nunca, los "pueblos del toro"?

[34] Unidad de cultura, diversidad de interpretaciones
Como toda gran creación humana, la fiesta de los toros expresa valores universales (ver argumento [31]). Como toda cultura popular, es inseparable de la identidad de los pueblos que la han inventado o adoptado (ver argumentos [32] y [33]). Pero como toda cultura que es a la vez local y universal, la fiesta de los toros se vive, se siente, se expresa diferentemente según las ciudades, regiones o países que la han hecho suya. Lo destacable es que la misma fiesta de los toros, que se desarrolla en la actualidad exactamente de la misma manera en Sevilla, México, Pamplona, Madrid, Bayona, Arles o Cali, no es, de ningún modo, interpretada de la misma manera en esas diferentes ciudades.

En ocasiones se vive como una desinhibida fiesta dionisíaca, en otras como una ceremonia apolínea, en algunos casos como un ritual receloso y circunspecto. La lidia a veces es vista como un juego de quiebros y fintas, a veces como un arte plástico, a veces como una tragedia al anochecer. Las faenas a veces son sentidas como la expresión de la animalidad salvaje y otras veces como la de la humanidad más educada. Todas estas interpretaciones de la fiesta de los toros, y muchas más, son posibles, dependiendo de la idiosincrasia de cada pueblo, y hasta de cada persona. Basta con examinar los dos extremos geográficos de España, el País Vasco y Andalucía, para comprender como cada uno de ellos traduce en su propia sensibilidad la universal fiesta de los toros (de la misma manera que se representa hoy a Sófocles en japonés o en alemán). En el Norte de España, les gustan los toros duros y fuertes y los toreros guerreros que aceptan sus desafíos. En esos ruedos se admira la audacia, la dominación y la demostración del poder. La corrida de toros es vista como un rito festivo y como un arte marcial. Sin embargo, en el Sur, prefieren los toreros artistas y los toros que se prestan a ese juego. En esos ruedos se admira la elegancia, la gracia profunda y la armonía sensual. La corrida de toros es una de las bellas artes, algo entre la tragedia y la escultura. En Francia, sólo el Sur es taurino y el contraste está entre el Oeste y el Este. Cada pueblo dispone de multitud de maneras para adaptar y traducir a su propio vocabulario cultural el mensaje universal de la fiesta de los toros.

[35] La cultura taurina y la "alta cultura"
Todo lo expuesto inscribe la fiesta de los toros dentro de las grandes manifestaciones de la cultura popular (argumentos [29] a [34]). Con la variedad innumerable de tauromaquias que los pueblos taurinos han inventado, en su territorio, ocurre lo mismo. Pero lo que le diferencia a la fiesta de los toros de una simple manifestación folclórica es haber sido adoptada y convertida en objeto de reflexión de la cultura "culta". La universalidad de la fiesta de los toros no es solamente la de los valores que transmite (ver argumento [31]) sino también la de los mundos artísticos y cultos donde ha sido acogida y la de las obras que ha producido en las demás artes. ¿Pintura? Sólo hay que citar los nombres de Francisco de Goya, Eugène Delacroix, Gustave Doré, Édouard Manet, Claude Monet, Ignacio Zuloaga, Ramón Casas, Pablo Picasso, André Masson, Salvador Dalí, Joan Miró, Francis Bacon y, en la actualidad, los de Soulages, Alechinsky, Botero, Arroyo, Chambás, Barceló, Combas, entre otros muchos... Refiriéndonos a escritores, podemos mencionar a Luis de Góngora, Nicolás Fernandez de Moratín, Prosper Mérimée, Théophile Gauthier, Gertrude Stein, Manuel Machado, Jean Cocteau, José Bergamín, Henry de Montherlant, George Bataille, Federico García Lorca, Ernest Hemingway, Michel Leiris, Miguel Hernández, Camilo José Cela...; y hoy, Carlos Fuentes, Mario Vargas Llosa, Florence Delay, etc." 

  


 

"A esta lista habría que añadir la poesía de Fernando Villalón, de Gerardo Diego, de Rafael Alberti, de René Char, de Yves Charnet, entre otros muchos. Sin olvidar las músicas de George Bizet, de Isaac Albéniz, de Joaquín Turina, las esculturas de Benlliure, y, en las artes del siglo XX, dentro de la fotografía, la obra de Lucien Clergue, en el jazz las composiciones de John Coltrane y de Eric Dolphy, en el ámbito de la alta costura las creaciones de Christian Lacroix y de Jean-Paul Gaultier, y en el cine las películas de Henry King, de Rouben Mamoulian, de Sergei M. Eisenstein, de Abel Gance, de Budd Boetticher, de Luis Buñuel, de Pedro Almodóvar, etc."

  

"¿Cómo explicar que una tradición tan particular, y aparentemente tan limitada histórica y geográficamente, haya podido inspirar las obras de artistas pertenecientes a modos de expresión, nacionalidades, horizontes y estilos tan diversos, si no fuera porque la fiesta de los toros encierra en sí misma tantos tesoros de expresión artística (ver argumentos [39] a [43]) y tantos valores humanistas (ver argumentos [36] a [38])?

[36] Comprender la animalidad
Hoy por hoy, no tenemos nada más que relaciones con animales de compañía, "humanizados" por nuestra permanente convivencia con ellos. En el ruedo vernos al animal, en toda su naturalidad, o, mejor dicho, a un animal singular, y aprendemos a comprenderle y a pensar con él. Ese es uno de los esenciales placeres del aficionado. Es también la primera sorpresa del profano cuando escucha los comentarios de los iniciados. Hablan del toro, de su tipo, de su comportamiento e intentan descifrar su carácter singular, anticipar sus acciones y comprender sus reacciones: "¿Por qué acomete aquí y no allí? ¿Por qué a determinada distancia y no a otra? ¿Por qué en este terreno y no en aquél? ¿Por qué repite sus embestidas? ¿Por qué mide sus arrancadas? ¿Se percatará de la presencia del hombre tras el engaño?". Aprender a ver los toros en general y a comprender un toro en particular es una fuente de educación de "etología" para los niños. Finalmente, es la condición indispensable para apreciar el trabajo del torero: ver lo que él comprende, apreciar cómo se adapta a su adversario, juzgar si le entiende o no y admirar que le haya entendido mejor que nosotros. ¡Estamos lejísimo de gozos perversos!

[37] Admirar las virtudes intelectuales del torero
Torear no es sólo atreverse a ponerse delante de un animal que podría (y "querría") matar. Torear es demostrar una forma muy peculiar de inteligencia (los griegos habrían dicho "astucia"). Consiste en presentar el propio cuerpo a una fiera peligrosa de forma que lo pueda coger, desviando su acometida con un engaño de trapo. Una finta hecha de audacia y astucia. Torear consiste sobre todo en enlazar una serie de quiebros que necesitan un conocimiento del toro, una penetración intuitiva de sus acciones y sus reacciones, una inteligencia estratégica de la lidia adaptada a cada toro y un sentido táctico de los gestos necesarios en cada fase de la lidia. La finalidad de todos esos actos, que culminan con la muerte, gesto de suprema maestría, es la dominación del hombre sobre el animal: se trata de forzar al toro a actuar contra su propia naturaleza, es decir obligarlo a acometer dónde, cuándo y cómo el hombre ha decidido, cumpliendo con la gratuidad del juego y la seducción del engaño. De todo ello resulta una faena que viene a ser como una acción domesticadora concentrada en unos pocos minutos.
No hay placer taurino sin esa admiración por la inteligencia del torero. Y la fiesta de los toros no tendría sentido sin esas virtudes de la inteligencia humana que ganan a las fuerzas de la naturaleza. Esta es la lección constante y universal de todo humanismo.

[38] Admirar las virtudes morales del torero
Torear no es sólo arriesgar su cuerpo o ejercer su inteligencia. Es también demostrar virtudes morales que se deducen del acto taurómaco. Es ilustrar cinco o seis grandes virtudes intemporales. El toreo no es solamente una técnica, ni un arte, sino también una suerte de "arte de vivir" que requiere que se actúe siempre respetando algunos de los grandes principios morales.
Para ser torero, o mejor, para merecer ese título:
- Hay que combatir a un animal naturalmente peligroso, lo que exige valor y sangre fría.
- Hay que afrontarlo en público, sin perderle la cara, lo que exige caballerosidad y dignidad.
- Hay que dominarlo, lo que exige antes que nada, el dominio de sí mismo, del cuerpo, de las reacciones instintivas y de las emociones incontroladas.
- Hay que matar, también, a ese adversario, lo que sólo se justifica si, para hacerlo, se pone la propia vida en juego (ver argumento 3): esto supone lealtad para con el adversario y total sinceridad en relación con su propio compromiso físico y moral.
- Finalmente hay que saber ser solidario con los compañeros ante el peligro, lo que exige, una vez más, sacrificio de su propia persona, aún a riesgo de su vida"


"¿No es el Torero con mayúsculas un auténtico ejemplo de lo que querríamos poder hacer y un verdadero modelo de lo que nos gustaría poder ser?

[39] Diversidad cultural e imperativos universales de la humanidad
Hemos expuesto cómo defender la fiesta de los toros era resistir a la globalización (ver argumento 33). Pero defender la diversidad cultural no significa defender cualquier práctica cultural. No todas son obligatoriamente "buenas" o defendibles. Algunas chocan con prohibiciones o tabús absolutos. Son aquellas que transgreden lo que puede ser resumido en la idea de "derechos humanos". Condenar a la esclavitud a un hombre o una mujer; no reconocer a una persona como tal; tratar a un ser humano como un medio para satisfacer cualquier necesidad; rechazar los principios de reciprocidad y justicia; violar los principios de libertad, igualdad y dignidad de los seres humanos ... son acciones que nada tienen que ver con la diversidad cultural ni tampoco con la placentera relatividad de las costumbres. Son pura y simplemente barbarie. Por definición, estos principios universales no pueden aplicarse a los animales, ya que suponen el reconocimiento del otro como un igual, es decir imponen la reciprocidad sin la cual no habría justicia. Si el hombre hubiera tenido, o tuviera, que aplicar a los animales los principios que debe aplicar al hombre, no habría habido domesticación, ni ganadería, ni agricuItura, ni, en definitiva, civilización propiamente humana. Esto no significa que podamos hacer lo que queramos con los animales, ni que no tengamos deberes hacia ellos (ver argumento 24). Significa que no podemos confundir esos deberes con los que tenemos hacia los hombres, ni los principios del humanismo con los del animalismo. El animalismo no es una extensión de los valores humanistas. Es su negación.

LA FIESTA DE LOS TOROS ES CREADORA DE INESTIMABLES VALORES ESTÉTICOS
Sin embargo, la fiesta de los toros no sería nada si se quedara ahí. Sería sólo defendible pero no admirable. Si tantos artistas han visto en el toreo un arte que podía ser traducido a su forma de expresión, si la fiesta de los toros procura a los que la aman tan incomparables placeres, si hay que preservarla como una fuente de valores estéticos que no debe perderse, es porque el toreo es un arte raro, que entronca posiblemente con el origen mismo del arte: dar forma humana a una materia natural.

[40] La sublime grandeza del espectáculo
Entre en una plaza de toros llena un día clave. Nunca antes ha asistido a una corrida. No está ni a favor ni en contra. Solamente quiere ver. Le horroriza la violencia y no le gusta para nada la sangre. A pesar de todo es posible que la grandeza del espectáculo le conquiste poco a poco. Si es así, déjese arrastrar por sus sensaciones: la solemnidad del ritual, la ligereza de la música, el destello inesperado de los trajes, el poder de la fiera que ataca en todas direcciones, la coreografía tan regulada como imprevisible de las cuadrillas, el capote que gira, el impresionante choque del toro con el caballo de picar (la suerte que más inspiró a Picasso), las banderillas que revolotean, la increíble serenidad del hombre durante el duelo, las audaces y deslumbrantes figuras de su danza con el animal, la muerte en el recogido silencio de la multitud ... ¿Ya ha visto usted algo parecido? ¿Ha visto algo que le deje atónito hasta ese punto? ¿Ha visto alguna cosa que pueda así trastornar y hacer naufragar sus sentidos? Este espectáculo incomparable, único, tan potente como singular, esta fiesta total de la grandeza y de la desmesura recibe el nombre de lo sublime. Usted quizás vuelva. O quizás no. Pero seguro que está de acuerdo en afirmar: sólo las corridas de toros pueden procurarnos hoy emociones como éstas."






     En la próxima entrega las 10 razones que cierran la entrega de esta interesante obra que ilustra y educa a los nuevos aficionados que aún no saben explicar la magia que rodea este maravilloso espectáculo.


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